No cabe duda que el poder de Dios tiene un impacto profundo en la vida de los creyentes. La misma Biblia habla de ese Dios omnipotente, que no solo fue capaz de crear y sostener el universo, sino que transforma y reforma vidas.

En las Sagradas Escrituras, leemos en Génesis que Dios creó los cielos, la tierra, la vegetación, las aguas, los animales, al hombre y a la mujer, con el fin mostrarnos su poderío y majestad.

 También vemos ese poder en la salvación. A lo largo del Antiguo Testamento, Dios muestra su señorío al liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto y guiarlos a la Tierra Prometida. Sus milagros e intervenciones divinas son claros ejemplos de que no hay nadie como Él.

Y qué decir de su poder a través de su hijo Jesucristo. Sus numerosos milagros como sanar enfermos y resucitar muertos, demostraron a muchos su grandeza divina y sinigual. El hecho de haber ido a la cruz para morir por nuestros pecados, otorgarnos perdón y darnos vida eterna, se convierte en la máxima expresión de ese poder que fue capaz de vencer la muerte y el pecado. Aunque no lo creas, en la vida del creyente también está su poderío.

El mismo apóstol Pablo habla del poder de Dios que opera en los creyentes, transforma vidas y los capacita para que vivan en santidad. Y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales. Efesios 1:19-20.

 Y a propósito de La Reforma Protestante, tema central de la revista Hechos&Crónicas, te queremos contar que esta Reforma no solo cambió el curso de la historia, sino que también nos recuerda la importancia de buscar una transformación continua a través del poder de Dios.

Reforma personal: implica un cambio profundo en la mente y el corazón para estar estrechamente alineados con los principios y valores bíblicos.

Dependencia de Dios: Reconocer que no podemos lograr una verdadera transformación por nuestras propias fuerzas.

Renovación continua: La vida cristiana es un proceso decrecimiento y renovación. Ser reformados por Dios implica estar abiertos a Su guía y corrección en todas las áreas de nuestra vida.

Testimonio vivo: Una vida  reformada por el poder de Dios sirve como un testimonio vivo de Su amor y poder transformador. Esto puede inspirar a otros a buscar una relación más profunda con Dios.

Bienvenido(a) a la edición de octubre. Esperamos que disfrutes los diferentes temas que tenemos para ti. Léela sin costo en este link www.revistahyc.com/edicion-actual

Fotos: Unsplash // Josh Eckstein –  Daniel Morton (Fotos usadas bajo licencia Creative Commons)

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